viernes, 2 de agosto de 2013

Si nos ofrecieran una copita...

Salimos del hostal alrededor de las 9 de la noche, imaginándonos qué haría la gente en ese pueblo tan tranquilo un viernes, ¿fiestas en casa?, ¿quedadas en el puerto?, ¿fiesta en algún yate?, habrá alguna discoteca??, pero nada fuera de lo normal, por lo menos esa noche!. A paso lento íbamos disfrutando de los rincones iluminados tenuemente con destino al casco antiguo. Quizá, podríamos encontrarnos algún bar animado, o algún restaurante pintoresco lleno de gente mayor, no teníamos ni idea de lo que podría haber.
De pronto, escuchamos una mujer que nos decía "entrad ahí a ver si os dan algo!" - ¿¿nos dice a nosotros?? y al mirar a nuestra derecha, nos dimos cuenta de que algo se estaba celebrando. Gente bien vestida, mesas blancas, copas de cava, meseros llevando comida... y todo ahí! en la calle!. Me extrañó que no lo hicieran en algún recinto privado (era el aniversario del Museo de la Acuarela) o dentro del museo mismo.
Nos fijamos si alguien más entraba, (porque muy pocas verjas había, solo un par del ayuntamiento) o si alguien se nos acercaba ofreciéndonos algún aperitivo hehe pero no, nada. Así que con muchisima vergüenza
y caminando lo más alejados que podíamos del gentío, nos fuimos a la barra libre y ver qué pasaba.
- "Hola, me darías una cerveza"?
- "Por supuesto!" me contestó la camarera.
Nos miramos sorprendidos y más que contentos, ya que nos esperábamos cualquier cosa menos esa respuesta.
Después de unos minutos nos atrevimos a más. Bandejas y más bandejas con variedades de canapés, langostinos, quesos, croquetas...iban y venían cada cierto tiempo a  las mesas. Y estábamos más que dispuestos a probarlo todo!. Sutilmente nos acercábamos a cada mesa, y ya preparados con una excusa por si nos preguntaban quienes eramos.
- ¿Nos pedimos unas copas de cava?...

Más tarde, ya preocupados de que nos dijeran algo al ver a ciertas personas preguntarse entre ellas si nos conocían, optamos por irnos un momento al hostal y volver a la cena con ropas más decentes.
Al llegar otra vez al museo, nos dimos cuenta que ya todo había acabado y que las pocas personas que quedaban se volvían a sus casas con un regalito en las manos.
- ¿Qué será esa cajita negra que llevan?
-  Vamos a preguntarle a los camareros si les sobró alguna...
 Y en efectivo, una cajita para cada uno con una botella de vino tinto dentro.

Nuestra noche no pudo terminar mejor. No habría mucho movimiento fiestero pero comimos unas exquiciteses como nunca antes y gratis. El cocinero/a que hizo todo, se merecía mil felicitaciones la verdad.
Una noche ideal para continuar nuestro camino al día siguiente.



























A la mañana siguiente hicimos las mochilas y bajamos a despedirnos del buen hombre del hostal.
Debo añadir que tanto el dueño como su madre son personas majísimas, y muy atentas. Si te gusta desayunar en el restaurante y conversar, ellos están dispuestos a acompañarte. Hablan francés! por si alguno os interesa.
El pueblo de Llança es perfecto para las personas que buscan tranquilidad, gente educada y bonitos paisajes. Recordad que hacia el norte podéis ver esas montañas maravillosas que dividen Llança de Portbou y al sur, el blanco y precioso Port de la Selva respaldado por el Cap de Creus.

Nuestro camino aún debíamos decidirlo, era domingo y no sabíamos qué hacer.

Vistas de Llança desde la estación de tren

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