De pronto, escuchamos una mujer que nos decía "entrad ahí a ver si os dan algo!" - ¿¿nos dice a nosotros?? y al mirar a nuestra derecha, nos dimos cuenta de que algo se estaba celebrando. Gente bien vestida, mesas blancas, copas de cava, meseros llevando comida... y todo ahí! en la calle!. Me extrañó que no lo hicieran en algún recinto privado (era el aniversario del Museo de la Acuarela) o dentro del museo mismo.
Nos fijamos si alguien más entraba, (porque muy pocas verjas había, solo un par del ayuntamiento) o si alguien se nos acercaba ofreciéndonos algún aperitivo hehe pero no, nada. Así que con muchisima vergüenza
y caminando lo más alejados que podíamos del gentío, nos fuimos a la barra libre y ver qué pasaba.
- "Hola, me darías una cerveza"?
- "Por supuesto!" me contestó la camarera.
Nos miramos sorprendidos y más que contentos, ya que nos esperábamos cualquier cosa menos esa respuesta.
Después de unos minutos nos atrevimos a más. Bandejas y más bandejas con variedades de canapés, langostinos, quesos, croquetas...iban y venían cada cierto tiempo a las mesas. Y estábamos más que dispuestos a probarlo todo!. Sutilmente nos acercábamos a cada mesa, y ya preparados con una excusa por si nos preguntaban quienes eramos.
- ¿Nos pedimos unas copas de cava?...
Más tarde, ya preocupados de que nos dijeran algo al ver a ciertas personas preguntarse entre ellas si nos conocían, optamos por irnos un momento al hostal y volver a la cena con ropas más decentes.
Al llegar otra vez al museo, nos dimos cuenta que ya todo había acabado y que las pocas personas que quedaban se volvían a sus casas con un regalito en las manos.
- ¿Qué será esa cajita negra que llevan?
- Vamos a preguntarle a los camareros si les sobró alguna...
Y en efectivo, una cajita para cada uno con una botella de vino tinto dentro.
Nuestra noche no pudo terminar mejor. No habría mucho movimiento fiestero pero comimos unas exquiciteses como nunca antes y gratis. El cocinero/a que hizo todo, se merecía mil felicitaciones la verdad.
Una noche ideal para continuar nuestro camino al día siguiente.
A la mañana siguiente hicimos las mochilas y bajamos a despedirnos del buen hombre del hostal.
Debo añadir que tanto el dueño como su madre son personas majísimas, y muy atentas. Si te gusta desayunar en el restaurante y conversar, ellos están dispuestos a acompañarte. Hablan francés! por si alguno os interesa.
El pueblo de Llança es perfecto para las personas que buscan tranquilidad, gente educada y bonitos paisajes. Recordad que hacia el norte podéis ver esas montañas maravillosas que dividen Llança de Portbou y al sur, el blanco y precioso Port de la Selva respaldado por el Cap de Creus.
Nuestro camino aún debíamos decidirlo, era domingo y no sabíamos qué hacer.
Vistas de Llança desde la estación de tren |
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